TEXTOS SELECCIONADOS
Fuente: Para un
curso de poética, Hugo Montes
Cuadernos de extensión cultural
/ Universidad Católica de Chile
DE ION - (Poesía)
Lo veo muy bien, Ion, y voy a
darte luz en palabras que te digan qué eso, a mi parecer. Y es que eso de
hablar bien y bellamente sobre Homero no es en ti arte, como estaba diciendo,
sino virtud divina que te mueve, a la manera que acontece con la piedra que Eurípides
llamó Magnética y los más denominan Hercúlea.
Que esta piedra no solo guía
hacia sí los anillos de hierro, sino que les comunica virtud para que ellos, a
su vez, puedan hacer lo mismo que hace ella, atrayendo hacia sí tales anillos a
otros anillos, de suerte que a veces se eslabona, de unos con otros anillos, de
hierro con hierros, larga y grande cadena. Y tal virtud, de aquella piedra les
viene a todos, eslabón por eslabón. De parecida manera; es la Musa, quien, por
sí misma, torna endiosados a los poetas y por intermedio de tales endiosados y
posesos dicen todos sus bellos poemas y por semejante modo los poetas líricos.
Y así como los corybantes, mientras están en sus cabales, no bailan, por
parecida manera tampoco los poetas líricos componen, mientras están en sus
cabales, éstos sus cantos bellos; empero, cuando se les suben los pies a la
armonía y al ritmo, entran en báquicas conmociones, se vuelven poseso, cual las
bacantes están posesas y mentecatas mientras sacan para sí de los ríos leche y
miel; y no otra cosa y de otra manera obra el alma de los petas líricos, de
creer a sus palabras. Porque los poetas nos dicen, y de alguna parte lo sacan,
que de melifluyentes manantiales, allá en ciertos jardines y bosquecillos de
las Musas, nos traen libándolas como abejas y volando como ellas, sus poéticas
melodías. Que el poeta es cosa sagrada, alada y ligera, y es incapaz de hacer
poéticamente nada hasta que se ponga endiosado y mentecato, tanto que no se
halle en él inteligencia alguna. Pero hasta que no llegue a estar así poseso no
hay hombre que pueda ni hacer poesía ni dar oráculos en canto. Puesto que,
según esto, no se poetiza por arte ni se dicen por arte tantas y tan bellas
cosas sobre los poemas, cual tú las dices sobre Homero, sino por gracia divina,
no será uno por cierto capaz de hacer bellamente sino aquello solo a que le
empuje la Musa; que así a alguno le dará por ditirambos, a otro por encomios, a
este otro por danzar al son de cánticos, a éste por épicas, aquél, por yambos.
ahora que en todo lo demás esos mismos no harán cosa de provecho. Porque, en
definitiva, lo que decían no lo decían por arte, sino por virtud divina; que,
si sobre una sola cosa supieran hablar por arte, hablaran también según arte
sobre todas las demás. Por estos motivos, el Dios, volviéndoos mentecatos, se
sirve de los poetas cual, de ministros, como echa mano de los oráculos y de los
buenos adivinos, para que, oyéndolos nosotros, se nos entre por los ojos que no
son ellos los que dicen palabras de tanta dignidad, puesto que sus mentes no
están entonces en sus cabales, sino que el Dios mismo es el que habla y ellos
hacen tan solo de resonadores de sus palabras para nosotros. Gran testimonio
tenemos de esto en lo que se cuenta de Tínico el Calcedonio, que no compuso en
su vida otro poena digno de particular memoria, fuera de un peán, canto ya
universal, el más bello tal vez de todos los cantos, y sea dicho sin rodeos,
"invención, en cierta manera de las Musas", como él mismo lo dice. Y
en esto, más que en otra cosa alguna, me parece que el Dios quiere darnos a
entender manifiestamente, sin que nos quede duda, que no son casa humana u obra
de hombres tales bellos poemas, sino cosas divinas y obras de dioses, y que los
petas no son sino intérpretes de los dioses, y mentecatos; capturados en sus
mentes cada uno por su dios. Y para mostrarlo todavía más, el dios canta, de
intento, por el más menospreciable poeta el canto más inapreciablemente bello.
¿No te parece, Ion, que digo verdad?
LA POÉTICA DE ARISTÓTELES
(fragmentos)
En el contexto de la poética como
imitación
Hablaremos acerca de la poética
en sí misma y de sus especies, del significado de cada una de éstas y de cómo
deben componerse las fábulas para que la poesía sea bella; además, de cuáles y
cuántas partes consta, igualmente acerca de las otras cosas que son del mismo
tema. Empezaremos, conforme a lo natural, primeramente, por las cosas que son
primeras.
La epopeya, pues, y la poesía de
la tragedia, como la comedia y la poesía de los ditirambos, y en gran parte del
arte de la flauta y de la cítara, coinciden en que son imitaciones, pero
difieren entre sí de tres maneras, ya sea por los medios de imitación, ya por
lo que se imita, ya en cuanto imitan en diferente modo y no del mismo.
Pues, así como algunos imitan
michas cosas tanto por medio de colores como por medio de dibujos,
(representándolas, nos por arte, otros por costumbre), y otros por medio de la
voz, del mismo modo, en las artes mencionadas, todas hacen la imitación
mediante el ritmo, la palabra y la música; con todas estas cosas separadamente,
o con todas ellas juntas. Así, por ejemplo, con la música y el ritmo sólo
imitan el arte de la flauta y el arte de la cítara, o algún otro que sea de
esta clase, como, por ejemplo, el arte de la siringa. Con el ritmo solamente, y
sin música imitan el arte de las danzas, puesto que también los danzarines
imitan, mediante ritmos creados por ellos, caracteres, pasiones y acciones,
En cambio, hay otro arte que sólo
usa de las palabras desnudas o de los metros, ya sea mezclando éstos, ya con un
sólo género de metro. Este arte es hasta ahora innominado, pues no podríamos
llamar de la misma manera los mimos de Sofrón y Xenarco que los discursos
socráticos, o la imitación hecha por medio de trímeros yámbicos o por el verso
elegíaco, o por otros medios semejantes. Pero los hombres, relacionando la
creación poética con el metro, llamaron a unos poetas elegíacos, a otros poetas
épicos, denominándolos comúnmente no de acuerdo con la imitación sino según el
metro empleado.
Pues también, cuando exponen un
tema de medicina o de física en verso, suelen llamarlos poetas y, sin embargo,
Homero y Empédocles no tienen nada en común fuera del metro. Así pues, sería
conveniente llamar poeta a aquél y filósofo de la naturaleza antes que poeta a
é. Y de la misma manera, si alguno hiciese una imitación mezclando todos los
metros como Queremón hizo El Centauro - que es una rapsodia compuesta de toda
clase de metros - debería ser llamado poeta.
(Del Capítulo 1)
Pero que los imitadores imitan a
los que actúan, y es necesario que éstos sean dignos o malos (pues los
caracteres casi siempre corresponden a tales especies, ya que todos ellos se
diferencian de acuerdo al vicio o la virtud), imitan, o a personas mejores de
las que hay entre nosotros, o peores, o iguales; de la misma manera que los
pintores, pues, Polignoto pintaba personas mejores. Pausón, peores y Dionisio
iguales. Es evidente que cada una de las imitaciones mencionadas tendrá tales
diferencias y será una u otra, según imite uno u otro objeto de esa manera.
También en la danza, en el arte
de la flauta y en el de la cítara pueden darse estas desigualdades, así como en
los discursos y en los versos no a de música. Por ejemplo, Homero imita
apersonas mejores, Cleofón a iguales y Hegemón de Taso - quien es el primero
que hizo parodias - y Nicocares - quien hizo la Delíada- imitan a los peores;
del mismo modo en los ditirambos y en los nomos, podría imitarse así, como
Timoteo y Filoxenes a los Cíclopes.
Por esta misma diferencia se
distingue también la tragedia de la comedia; ésta para imitar a personas peores
que las de ahora, aquélla, en cambio, a mejores.
(Capítulo 2)
Parece que la poesía tiene su
origen en dos causas, y ambas naturales. En efecto, el imitar es connatural
para los hombres desde la infancia (y en esto difieren de los otros seres
vivientes, pues el hombre es el más capaz de imitar y obtiene los primeros
conocimientos por imitación) y la otra causa es el hecho de que todos gozan con
la imitación.
Testimonio de esto es lo que
sucede en la práctica, pues las cosas que vemos en el original con desagrado,
nos cusan gozo cuando las miramos en las imágenes más fieles posibles, como sucede,
por ejemplo, en las figuras de los animales más repugnantes y de animales
muertos.
Hay otra razón en la que el
aprender no sólo es muy agradable para los filósofos sino también para los
otros hombres, aunque éstos sólo tengan una pequeña parte en dicha tarea. Pues
por esto se gozan en ver las imágenes, porque sucede que mirándolas aprenden y
razonan sobre lo que es cada cosa, como por ejemplo de que esto es aquello, y,
aun cuando uno no haya visto antes el objeto representado, la obra de arte
producirá placer, no en cuanto es imitación, pero sí por la ejecución, por el
color o por alguna otra razón de esta especie.
Desde el momento, pues, que
imitar es connatural a nosotros, así como también la armonía y el ritmo (pues
es evidente que los metros son especies de ritmos), aquellos que en un
principio eran aventajados en estas cosas, progresaron en ellas y engendraron
de sus improvisaciones la poesía.
La poesía se dividió según los
caracteres personales de los poetas, pues lo más serios imitaban las acciones
hermosas y las de hombres elevados; en cambio, los más vulgares imitaban las
acciones de los viles, componiendo al principio invectivas, así como los otros
hacían himnos y encomios.
No podemos citar un poema de
aquel género de ninguno de los predecesores de Homero, así, por ejemplo, el
Margites de éste, y otros por el estilo. Para estas cosas surgió también el
metro yámbico como algo que era conveniente, por lo cual se llama yambo también
a esa poesía, ya que en dicho metro se zahieren unos a otros. Y así, de entre
los antiguos unos se hicieron autores de versos heroicos y otros de yambos.
Más, así como en las cosas
elevadas, Homero fue el poeta por antonomasia (pues es el único que compuso las
imitaciones no solamente bien, sino de un modo dramático), así también fue el
primero que mostro los esbozos de la comedia, creando en forma dramática no la
invectiva sino lo ridículo, pues, así como la Ilíada y la Odisea tienen
analogía con la tragedia, así también el Margites tiene analogía con la
comedia.
(Del Capítulo IV)
La epopeya coincide con la
tragedia - excepto sólo en el metro largo - en que ambas son imitación de
personas dignas. sin embargo, la tragedia difiere de la epopeya en que ésta
posee metro uniforme y es narración. Además, se distinguen en cuanto a la
extensión, pues la una trata en lo posible de estar bajo un solo período solar
o excederlo un poco; la epopeya, en cambio, es ilimitada en cuanto al tiempo.
En un principio, sin embargo, eran en esto iguales las tragedias y las
epopeyas.
En cuanto a las partes de que se
componen, unas, les son comunes, otras, en cambio, son peculiares de la
tragedia; por esto, cualquiera que sepa discernir entre una buena y mala
tragedia sabrá hacerlo también respecto de la epopeya, pues lo que hay en la
epopeya corresponde a la tragedia, pero no todo lo que corresponde a ésta se
encuentra en la epopeya.
(Del Capítulo V)
Acerca de la imitación en
hexámetros y de la comedia hablaremos después. Ahora, refirámonos a la tragedia
deduciendo de lo que ya se ha dicho, la definición de su esencia. Es, pues, la
tragedia, una imitación de acción digna y completa, de amplitud adecuada, con
lenguaje que deleita por su suavidad, usándose en las diferentes partes de ella
separadamente de una de las distintas maneras de hacer suave el lenguaje;
imitación que se efectúa por medio de personajes de acción y no narrativamente,
logrando por medio de la piedad y el terror la expurgación de tales pasiones.
Llamo lenguaje que deleita por su suavidad al que tiene ritmo, armonía y
música; y digo, usándose separadamente de una de las distintas maneras el hacer
algunas cosas por metro solamente y otras en cambio por medio de la música.
Pero puesto que es por personajes
en acción como se realiza la imitación, forzosamente una primera parte de la
tragedia será el ordenamiento del espectáculo; luego la composición musical y
el lenguaje, pues con estas cosas se hace la imitación. llamo lenguaje a la
composición misma de los versos, y entiendo por composición musical lo que por
ello todos entienden. Pero la tragedia es imitación de acción, y como ésta
consiste en que actúen personas que necesariamente han de ser de alguna índole
determinada por el carácter y el pensamiento (pues, en razón de esto decimos
que las acciones tienen alguna calidad), por naturaleza hay dos causas de
acciones, a saber, el pensamiento y el carácter, y según estas acciones, todos
son felices o infelices. La imitación de la acción es la fábula, pues llamo
fábula en este sentido a la composición misma de las acciones. Entiendo, en
cambio, por carácter aquello conforme a lo cual decimos que los personajes son
de una determinada calidad, y por pensamiento, todas las cosas en las cuales
ellos manifiestan al hablar alguna cosa o revelar alguna opinión.
Necesariamente, pues, son seis
los elementos de toda tragedia que la hacen tal: la fábula, los caracteres, el
lenguaje, el pensamiento, el espectáculo y la composición musical. de ellos,
dos elementos constituyen los medios de la imitación. de tales elementos han
usado, por decirlo así, todos los poetas, pues todas las tragedias por igual
tienen espectáculo, caracteres, fábula, lenguaje, música y pensamiento.
El más importante de estos
elementos es la composición de las acciones, pues la tragedia es imitación no
de hombres sino de acción, vida, felicidad o infelicidad, pues la felicidad y
la infelicidad están en la acción y el fin es una acción, no una cualidad. Los
hombres tienen cualidades por sus caracteres; pero según sus acciones son
felices o al contrario. Los personajes no actúan para imitar los caracteres,
sino que reciben los caracteres como accesorio, a causa de las acciones. así,
las acciones y la fábula son el fin de la tragedia, y el fin es lo más
importante de todas las cosas.
Además, sin acción no puede haber
tragedia, pero puede haberla sin caracteres. en efecto, las tragedias de la
mayoría de los poetas modernos carecen de caracteres. en general, se encuentran
muchos poetas en ese caso; así como también entre los pintores está por ejemplo
el caso de Zeuxis con respecto a Polignoto, pues Polignoto es un buen pintor de
caracteres mientras la pintura de Zeuxis no tiene ningún carácter.
Además, si uno pusiere en forma
continuada discursos que expresen caracteres y que estén bien hechos, tanto
respecto del lenguaje como respecto del pensamiento. no hará lo que es propio
de la obra de la tragedia; mucho mejor logrará su fin una tragedia que usare de
estas cosas más escasamente, pero que tuviere fábula y composición de acción.
Además de esto, las partes principales de la fábula, con las cuales la tragedia
transporta los ánimos, son las peripecias y el reconocimiento.
Una prueba de lo precedente la
tenemos en el hecho de que quienes se estrenan en la poesía aciertan a ser
exactos en el lenguaje y los caracteres antes que, en la composición de las
acciones, de la misma manera que casi todos los antiguos poetas.
La fábula es el principio y como
el alma de la tragedia; en segundo lugar, se encuentran los caracteres.
Parecido es el caso de la pintura, pues si alguien pintara con los más bellos
colores confusamente, no agradaría de igual modo que el que con el solo dibujo
y sin color logra una imagen clara. La tragedia es imitación de acción, y por
lo tanto, principalmente, de los que actúan.
Lo tercero es el pensamiento, o
sea, el saber decir lo que está implicado en la acción y lo que corresponde, lo
cual, en los discursos de la vida pública, es propio de la política y de la
retórica, y los antiguos creaban personajes que hablaban políticamente como los
modernos crean personajes que hablan retóricamente.
El carácter es aquello que
manifiesta la libre decisión respecto de cuáles cosas, en circunstancias
ambiguas, uno elige o rehúye (por eso no hay carácter en los discursos del que
habla no tiene nada ante qué decidirse). Hay pensamiento donde se señala que
algo es o no es, o en general, se enuncia algo.
Lo cuarto es el lenguaje de los
discursos; entiendo por el lenguaje, como ya fue dicho - la exteriorización por
la palabra, lo cual vale tanto para la prosa como para el verso.
De entre los elementos restantes
la composición musical es el más importante de los medios deleitables. El
espectáculo, aunque transporta los ánimos es muy poco artístico y menos propio
de la poesía; la fuerza de la tragedia, en efecto, se da también sin
representación y sin actores. además, el arte de quien hace el aparato es,
respecto de los efectos visuales, más importante que el arte del poeta.
(Capítulo VI)
...
en el animal hermoso y en toda cosa hermosa que conste de partes, no sólo deben
estar éstas ordenadas, sino que debe también existir la medida correspondiente,
pues la belleza consiste en la medida y en el orden, por ello, no resultaría hermoso
un animal demasiado pequeño (pues se pierde la visión del objeto cuando este se
acerca a lo ínfimo), ni tampoco demasiado grande (porque no podría así haber
visión del mismo, ya que la unidad y la totalidad escaparían a la mirada del
observador, como sucedería en el caso de un animal de mil estadios). De la
misma manera, pues, como en los cuerpos de los animales debe haber alguna
medida (y tal que sea perceptible con la vista), así también en las fábulas
debe haber extensión tal que pueda ser retenida por la memoria…
Pero la determinación de la
extensión conforme a la propia naturaleza de la cosa es ésta: en lo que
respecta a la medida, será más bella la fábula que tenga tal extensión que
resulte bien inteligible en su conjunto, y, para establecer esto mismo de un
modo más general, digamos que, en cuanto a la medida, la fábula debe ser de tal
extensión que permita que, según la verosimilitud o la necesidad de los
acontecimientos que se suceden, tenga lugar a la transformación de la desgracia
en felicidad o de la felicidad en desgracia.
(Del Capítulo VII)
La fábula no es una, como creen
algunos, cuando trata de un solo personaje, puesto que a un solo personaje
suceden muchas e infinitas cosas, entre las cuales hay algunas que no
constituyen ninguna unidad. de la misma manera, hay muchas acciones de un solo
mismo personaje, da las cuales no resulta ninguna acción única; por eso parecen
equivocarse casi todos los poetas que han hecho una Heracleida, una Teseida u
otros poemas de este género, creyendo que, por ser Hércules uno, resulta ser
también la fábula.
Así como Homero se distingue en
otras cosas, parece también haber visto bien esto, ya sea por arte o por
naturaleza; en efecto, al componer la
Odisea, no expresó todas las cosas que sucedieron a Ulises - como por ejemplo,
que había sido herido en el Parnaso y fingido la locura cuando el llamado a las
armas hecho a los griegos con motivó a la guerra de Troya, pues ninguna de
estas dos cosas era necesaria o verosímil que sucediera habiendo tenido lugar
la otra - sino que compuso la Odisea alrededor de una acción que llamaríamos
una, e idénticamente también, la Ilíada.
Así como en las otras imitaciones
la imitación es una cuando lo es de una sola cosa, así también la fábula, que
es imitación de acción, debe serlo de una que tenga unidad y constituya un
todo; así mismo, las partes de las acciones deben estar compuestas en tal
manera que, quitada alguna de ellas, el todo se diferencie y conmueva, pues la
cosa cuya presencia o ausencia no produce ningún efecto, no es parte del todo.
(Capítulo VIII)
De lo dicho se deduce también que
no es obra de poeta relatar hechos que sucedieron, sino lo que puede suceder,
esto es, lo que es posible según la verosimilitud o la necesidad.
El historiador y el poeta no
difieren entre sí porque el uno hable en prosa y el otro en verso, puesto que
podrían ponerse en verso las obras de Heródoto y no serían por esto menos
historia de lo que son, sino que difieren en el hecho de que uno narra lo que
ha sucedido y el otro lo que puede suceder. por lo cual, la poesía es más
filosófica y elevada que la historia, pues la poesía refiere más bien lo
universal, la historia en cambio lo particular. Lo universal consiste en que, a
determinado tipo de hombre, corresponde decir u obrar determinada clase de
cosas según lo verosímil o lo necesario. A ello aspira la poesía, aunque
imponga nombres personales. lo particular, en cambio, consiste en decir, por
ejemplo, lo que obró Alcibíades y qué cosas padeció.
Con respecto a la comedia es esto
evidente desde el principio, pues aquí los poetas, después de haber compuesto
la fábula de acuerdo con lo verosímil, atribuyen a los personajes cualquier
nombre. ellos no hacen poesía acerca de lo particular como los poetas yámbicos.
La tragedia, en cambio, se atiene
a los nombres tradicionales. La razón proviene de que lo posible es
convincente. Las cosas que no sucedieron no las consideramos aún posibles, en
cambio es evidente que las cosas que sucedieron son posibles, pues no habrían
sucedido si fueran imposibles.
Sin embargo, también en algunas
tragedias hay uno o dos de los nombres conocidos mientras los otros son
fingidos. En algunos no hay ni uno conocido, como suceden El Anteo de Agatón,
donde son fingidos el argumento y los nombres; pero no por ello deleita menos.
De ahí, pues, que no sea menester
atenerse de manera absoluta a las fábulas tradicionales sobre las que tratan
las tragedias. Asimismo, es ridículo buscar esto, pues tales sucesos son
conocidos de pocos y sin embargo deleitan a todos.
Se deduce de lo dicho, pues, que
el poeta debe ser creador de fábulas antes que, de versos, por cuanto es poeta
de acuerdo con la imitación e imita acciones, y aun cuando por accidente haga
poesía acerca de hechos sucedidos, no es por ello menos poeta, pues nada impide
que algunos de estos sucesos sean según lo verosímil y posible; por tal motivo,
pues, puede ser poeta de tales sucesos...
... Pero la imitación no lo es
solamente de una acción completa, sino también de cosas temibles y dignas de
conmiseración; las cuales tienen lugar en general y preferentemente, cuando los
hechos se suceden en contra de lo que se espera, aunque derivándose el uno del
otro (pues mejor se dará así lo asombroso que si se produjeran los actos
automáticamente y por casualidad, ya que hasta entre las cosas casuales parecen
ser las más asombrosas las que aparentemente guardan relación con las
anteriores; así, por ejemplo, el caso de la estatua de Mitis en Argos, que mató
al culpable de la muerte de Mitis, cayéndole encima cuando la miraba, pues
estos hechos parecen estar relacionados entre sí). por esto tales fábulas serán
necesariamente las más hermosas.
(Del Capítulo IX)
Un ejercicio de presentación en CANVA
DE ESTÉTICA (Hegel)
PRINCIPIO Y ORIGEN DEL ARTE
El arte está reconocido como una
creación del espíritu. Puede, pues, preguntarse qué necesidad tiene el hombre
de producir obras de arte. esta necesidad, ¿es accidental, es un capricho o una
fantasía, o bien, una tendencia fundamental de nuestra naturaleza?
El arte tiene su origen en el
principio en virtud del cual el hombre es un ser que piensa, que tiene conciencia
de sí; es decir, que no solamente existe, sino que existe para sí, es
reflexionarse sobre sí mismo, tomarse por objeto de su propio pensamiento y por
ello desenvolverse como actividad reflexiva; he aquí lo que constituye y
distingue al hombre, lo que le hace espíritu. Ahora bien, esta conciencia de sí
mismo la obtiene el hombre de dos maneras: teórica, la una, práctica, la otra;
una, por la ciencia; la otra, por la acción. Por la ciencia, cuando se conoce a
sí mismo en el despliegue de su propia naturaleza, o se reconoce en lo
exterior, en lo que constituye la esencia o razón de las cosas. Por la
actividad práctica, cuando una tendencia le empuja a manifestarse en lo
exterior, en lo que le rodea, y así, a reconocerse en sus obras. alcanza este fin
por los cambios que hace sufrir a los objetos físicos, a los cuales marca con
su sello, y en los cuales reconoce sus propias determinaciones.
Esta necesidad reviste diferentes
formas, hasta llegar a aquel modo de manifestación de sí mismo en las cosas
exteriores que llamamos arte. Tal es el principio de toda acción y de todo
saber. El arte encuentra en él su origen necesario. Cuál sea su carácter
especial y distintivo, por oposición a la manera de manifestarse de la
actividad política, religiosa y científica, es lo que veremos más adelante.
Pero aquí tenemos más de una
falsa opinión que refutar en lo que concierne al arte como dirigiéndose a la
sensibilidad del hombre y proviniendo más o menos del principio sensible.
1. Es la primera, aquella que
representa el arte como teniendo por fin la excitación de la sensación o del
placer. En este sistema, las investigaciones sobre lo bello de las artes se
limitan a un análisis de las sensaciones o de las impresiones que nos producen.
pero éstas no pueden conducir a nada fijo y científico. La sensibilidad es la
región oscura e indeterminada del espíritu. La sensación, siendo puramente
subjetiva e individual, no suministra materia más que a distinciones y
clasificaciones arbitrarias y artificiales. admite como causas los elementos
más opuestos. sus formas corresponden a la diversidad de los objetos. Se
distingue el sentimiento de sublime, el sentimiento religioso, el sentimiento
del derecho, el sentimiento moral. Pero, por lo mismo que el objeto se da bajo
la forma de sentimiento, ya no aparece en su carácter esencial y propio. Se
hace abstracción precisamente del objeto mismo y de su idea, para no
considerar más que los diversos estados o modificaciones del sujeto. Todos
estos análisis minuciosos de las sensaciones y de las peculiaridades que éstas
puedan ofrecernos concluyen por ser fastidiosas y desnudas de todo interés.
3.- A esta manera de estudiar el
arte se entroncan las tentativas que han hecho para perfeccionar el gusto,
considerado como sentido de lo bello; tentativas que tampoco han producido nada
más que vagas, indeterminadas y superficiales consideraciones.
El gusto así
concebido no puede penetrar en la naturaleza íntima y profunda de los objetos;
pues ésta no se revela a los sentidos, ni incluso al razonamiento, sino a la
razón, a esta facultad del espíritu, única, que conoce lo verdadero, lo real,
lo substancial en todas las cosas; Así, lo que se ha convenido en llamar buen
gusto, no osa atacar los grandes efectos del arte; guarda silencio cuando los
caracteres auxiliares y accesorios dan lugar a la cosa en sí misma.
Cuando, en
efecto, son las grandes pasiones y los movimientos profundos del alma los que
están en escena, ya no se trata de toda esa ostentación de minuciosas y sutiles
distinciones por las cuales se preocupa el gusto. este siente entonces el genio
planeado por encima de esta región inferior, y se retira ante su potencia.
¿Cuál es, pues, la parte de lo
accesible en el arte y su verdadero papel?
Hay dos maneras de considerar los
objetos sensibles en su relación con nuestro espíritu.
La primera es la simple
percepción de los objetos por los sentidos. El espíritu entonces no aprehende
más que su lado individual, su forma particular y concreta; la esencia, la ley,
la sustancia de las cosas le escapan. Al mismo tiempo se despierta en nosotros
la necesidad de apropiárnoslas para nuestro uso, consumirlas o destruirlas. El
alma siente su dependencia hacia estos objetos; no puede contemplarlas libre y
desinteresadamente.
La otra relación de los seres
sensibles con el espíritu, es la del pensamiento especulativo o ciencia. aquí
la inteligencia no se contenta con percibir el objeto en su forma concreta y en
su individualidad, sino que separa el lado individual para abstraer la ley, lo
de la forma individual, percibida por los sentidos, para concebir la idea pura
en su universalidad.
El arte difiere a la vez de ambos
modos; ocupa el medio entre la percepción sensible y la abstracción racional.
Se distingue de la primera en que no se obstina en lo real, sino en la
apariencia, en la forma del objeto, y que no siente ninguna necesidad
interesada de consumirlo, hacerle servir para un uso, de utilizarlo.
Difiere de
la ciencia en que se interesa por el objeto particular y su forma sensible. Lo
que le gusta ver en él, no es ni su realidad material, ni la idea pura en su
generosidad, sino una apariencia, una imagen de la verdad, algo de ideal que en
él aparece; aprehende el lazo de ambos términos, su acuerdo e íntima armonía.
Así que la necesidad que siente es totalmente contemplativa. en presencia de
este espectáculo, el alma se siente libre de todo deseo interesado.
En una palabra, el arte crea a su
designio imágenes, apariencias destinadas a representar ideas, a mostrarnos la
verdad bajo formas sensibles. por ello, tiene la virtud de remover el alma en
sus más íntimas profundidades, hacerla probar los más puros goces ligados a la
visión y la contemplación de lo bello.
Ambos principios se encuentran
igualmente cambiados en el artista.
El lado sensible está encerrado en la
facultad que crea, en la imaginación. No es por un trabajo mecánico, dirigido
por reglas adquiridas, como ejecuta sus obras.
No es tampoco, por un
procedimiento de reflexión semejante al del sabio que busca la verdad. El
espíritu tiene conciencia de sí mismo, más no puede aprehender de una manera
abstracta la idea que concibe; no puede representársela más que bajo forma
sensible. La imagen y la idea coexisten en su pensamiento y no pueden
separarse.
Así, la imaginación es un don de la naturaleza. El genio científico
es más bien una capacidad general que un talento innato y especial. Para
sobresalir en las artes se precisa un talento determinado, que se revela en la
adolescencia bajo la forma de una inclinación viva e irresistible, acompañada
de una cierta facilidad para manejar los materiales del arte. Esto es lo que ha
hecho al pintor, al escultor, al músico.
FIN DEL ARTE
Tal es la naturaleza del arte. Si
se pregunta cuál es su fin, se ofrecen de nuevo las opciones más diversas.
1.- La más corriente es la que le
da por objeto la imitación.
Es el fondo de casi todas las teorías sobre el
arte. Pero, ¿a qué viene reproducir lo que ya la naturaleza ofrece a nuestras
miradas? Este trabajo pueril, indigno del espíritu al cual se dirige, indigno
del hombre que lo produce, no conduciría más que a revelar su impotencia y la
vanidad de sus esfuerzos, pues la copia siempre quedará por debajo del
original. Por otra parte, cuanto más exacta es la imitación, menos vivo es el
placer. Lo que nos place, no es imitar, sino crear. La más pequeña invención
sobrepasa todas las obras maestras de la imitación.
Se dirá en vano, que el arte debe
imitar la naturaleza bella. Escoger no es imitar. La perfección en la imitación
es la exactitud; pero la elección supone una regla. ¿Dónde tomar el criterium? ¿Qué
significa, por otra parte, la imitación en la arquitectura, en la música e
incluso, en la poesía? (A lo más, explicaría la poesía descriptiva, es decir,
el género más prosaico). Es preciso concluir que si el arte emplea en sus
composiciones las formas de la naturaleza y las estudia, su fin no es copiarlas
y reproducirlas. Su misión es más alta, su procedimiento más libre. Rival de la
naturaleza, como ella y aún mejor que ella, representa ideas; se sirve de sus
fórmulas como de símbolos para expresarlas; y las conforma, las rehace sobre un
tipo más perfecto y más puro.
2.- Un segundo sistema sustituye
la imitación por la expresión. El arte, entonces tiene por fin, ya no
representar la forma exterior de las cosas, sino su principio interno y vivo,
en particular, las ideas, los sentimientos, las pasiones y estados del alma.
Menos grosera que la precedente,
esta teoría, esta vaguedad en que se mantiene, no es menos falsa y peligrosa.
Distingamos aquí dos cosas: la idea y su expresión, el fondo y la forma.
Ahora
bien, si el arte está destinado a expresarlo todo, si la expresión es el objeto
esencial, el fondo es indiferente. siempre que el cuadro sea fiel, la expresión
viva y animada, lo bueno como lo malo, lo vicioso, lo odioso, lo feo como lo
bello tienen derecho a figurar en él con igual título. Inmoral, licencioso,
impío, el artista habrá cumplido su tarea y alcanzado la perfección desde el
momento que haya sabido darnos fielmente una situación, una pasión, una idea,
falsa o verdadera.
Es claro que, si en este sistema, el lado de la imitación ha
cambiado, el procedimiento es el mismo. El arte no es más que un eco, una
lengua armoniosa; un espejo viviente donde vienen a reflejarse todos los
sentimientos y todas las pasiones. La parte baja y la parte noble del alma, en
él se disputan el puesto.
Lo verdadero, aquí, es lo real, los objetos más
diversos y contradictorios. Indiferente sobre el fondo, el artista no se aplica
más que dárnoslo bien; se cuida poco de la verdad en sí. Escéptico, o
entusiasta sin elección, nos hace participar en el delito de las bacantes o de
la indiferencia del sofista.
Tal es el sistema que toma por
divisa la máxima del arte por el arte, es decir, la expresión por sí misma. se
conocen sus consecuencias y la tendencia fatal que desde siempre ha impreso en
las artes.
3.- Un tercer sistema es el del
perfeccionamiento moral.
No se puede negar que uno de los efectos del arte es
el de dulcificar y depurar las costumbres (emollit mores). Ofreciendo al
hombre un espectáculo de sí mismo, templa la rudeza de sus tendencias y
pasiones, le dispone a la contemplación y a la reflexión, eleva su pensamiento
y sentimiento ligándolos a un ideal que le hace entrever a ideas de orden
superior.
Desde siempre, el arte ha sido mirado como un potente instrumento de
civilización, como un auxiliar de la religión: es, con ésta, el primer maestro
de los pueblos; es un medio de instrucción para los espíritus incapaces de
comprender la verdad de otro modo que bajo el velo del símbolo y por imágenes
que se dirigen tanto a los sentidos como al espíritu.
Pero esta teoría, aunque superior
a las precedentes, no es más exacta.
Su error es la confusión del efecto moral
del arte con su verdadero fin. Esta confusión tiene inconvenientes que no
chocan al primer golpe de vista. Que se tenga cuidado, sin embargo, que
asignando al arte un fin extraño no se le arrebate la libertad, que es su
esencia, y sin la cual no hay inspiración; no se le impida producir los efectos
que de él se esperan.
Entre la religión, la moral y el
arte existe una eterna e íntima armonía; pero no dejan de ser formas
esencialmente diversas de la verdad, y, conservando los lazos que los unen,
relaman una completa independencia.
El arte tiene sus leyes, sus
procedimientos, su jurisdicción particular; no debe herir el sentido moral,
pero es al sentido de lo bello al que se dirige
Cuando sus obras son puras, su
efecto sobre las almas es saludable; más no tiene por fin directo e inmediato
el producirlo. Al buscarlo corre el riesgo de perderlo y errar el suyo.
Suponed, en efecto, que el fin del arte sea instruir bajo el velo de la
alegoría; la idea, el pensamiento abstracto y general deberá estar presente al
espíritu en el momento de la composición. busca, entonces, una forma que se
adapte a esta idea y le sirva de ropaje. ¿Quién no ve que este este
procedimiento es el opuesto al de la inspiración? De él no pueden nacer más que
obras frías y sin vida; su efecto, por tanto, no será ni moral ni religioso, no
produciendo más que aburrimiento.
Otra consecuencia de la opinión
que hace del perfeccionamiento moral el objeto del arte y sus creaciones, es
que este fin se impone de tal modo al arte y le domina hasta tal punto, que
este no tiene ya la elección de sus temas.
El moralista severo querrá que no
represente más que sus asuntos morales. En esto quedaría el arte.
Este sistema
ha conducido a Platón a excluir los poetas de su república. Por tanto, si bien
se debe mantener el acuerdo de la moral y del arte y la armonía de sus leyes,
se deben también reconocer sus diferencias e independencias.
Para comprender bien la diferencia
de la moral y del arte, es preciso haber resuelto el problema moral.
La moral
es el cumplimiento del deber por la libre voluntad; es la lucha entre la pasión
y la razón, el impulso y la ley, la carne y el espíritu. Se desliza sobre una
posición. El antagonismo, en efecto, es la ley misma del mundo físico y moral;
pero esta oposición debe ser superada. este es el destino de los seres que se
hayan incesantemente por el despliegue y progreso de las existencias.
Ahora bien, en moral, este
acuerdo entre las potencias de nuestro ser para restablecer la paz y la
felicidad, no existe. Lo propone como fin a la voluntad libre. Pero el fin y su
cumplimiento son cosas distintas. El deber es tender al fin incesantemente y
con todo esfuerzo. así, bajo este aspecto, moral y arte tienen el mismo
principio y el mismo fin: la armonía del bien y de la felicidad, de los actos y
de la ley.
Pero difieren en que, en la moral el fin nunca se alcanza
completamente. Aparece separado por el medio; la consecuencia está igualmente
separada del principio. La armonía del bien y la felicidad debe ser resultado
de los esfuerzos de la virtud. Para concebir la identidad de ambos términos es
preciso elevarse a un punto de vista superior que no es el de la moral. En la
ciencia, de igual modo, la ley aparece distinta del fenómeno; la esencia,
separada de su forma. Para que esta distinción se borre, se necesita un modo de
concepción que no es el de la reflexión y la ciencia.
El arte, por el contrario, nos ofrece
en una imagen visible la armonía realizada de los dos términos de la existencia,
de la ley de los seres y de su manifestación, de la esencia y de la forma, del
bien y de la felicidad.
Lo bello es la esencia realizada, la actividad conforme
a su fin e identificada con él: es la fuerza que se despliega armoniosamente
bajo nuestros ojos, en el seno de las existencias y que borra las contradicciones
de su naturaleza: feliz, libre, llena de serenidad, en medio del sufrimiento y
del dolor.
El problema del arte es pues, distinto del problema moral. El bien
es el acuerdo buscado; lo bello, la armonía realizada.
El verdadero fin del arte es,
por consiguiente, representar lo bello, revelar esta armonía, Este es su único
destino. cualquier otro fin; la purificación, el mejoramiento moral, la edificación,
la instrucción, son accesorios o consecuencias.
La contemplación de lo bello
tiene por efecto producir en nosotros una fruición serena y pura, incompatible
con los placeres groseros de los sentidos; eleva el alma por encima de la
esfera habitual de sus pensamientos, la predispone a nobles resoluciones y
acciones generosas por la estrecha afinidad que existe entre los tres
sentimientos y las tres ideas del bien, lo bello y lo divino.
VICENTE HUIDOBRO
ARTE POÉTICA
Que el verso
sea como una llave
que abra mil
puertas.
Una hoja cae,
algo pasa volando;
Cuanto miren
los ojos creado sea,
Y el alma del
oyente quede temblando.
Inventa mundos
nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo,
cuando no da vida, mata.
Estamos en el
ciclo de los nervios.
El músculo
cuelga,
como recuerdo,
en los museos;
Más no por eso
tenemos menos fuerza;
El vigor
verdadero
reside en la
cabeza.
Por qué cantáis
la rosa ¡oh, poeta!
Hacedla
florecer en el poema;
El poeta es un
pequeño Dios.
NON SERVIAM
Y he aquí que una buena mañana,
después de una noche de preciosos sueños y delicadas pesadillas, el poeta se
levanta y grita a la madre Natura: Non serviam.
con toda la fuerza de sus
pulmones, un eco traductor y optimista repite en las lejanías: "No te
serviré".
La madre Natura iba ya a fulminar
al joven poeta rebelde, cuando éste, quitándose el sombrero y haciendo un
gracioso gesto, exclamó; "Eres una viejecita encantadora",
Ese non serviam quedó grabado en
una mañana de la historia del mundo. No era un grito caprichoso, no era un acto
de rebeldía superficial. era el resultado de toda una evolución, la suma de
múltiples experiencias.
El poeta, en plana conciencia de
su pasado y de su futuro, lanzaba al mundo la declaración de su independencia
frente a la naturaleza.
Ya no quiere servirla más en
calidad de esclavo.
El poeta dice a sus hermanos:
"Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en sus aspectos,
no hemos creado nada. ¿Qué ha salido entre nosotros que no estuviera antes
parado ante nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros pies o
nuestras manos?".
"Hemos cantado a la
naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado
realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era
joven y llena de impulsos creadores".
"Hemos aceptado sin mayor
reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos
rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un
mundo nuestro que espera su fauna y su flora propias. Flora y fauna que solo el
poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma Madre Naturaleza a
él y únicamente a él.
Non serviam. No he de ser tu esclavo,
Madre Natura; seré tu amo, Te servirás de mí; está bien. No quiero y no puedo
evitarlo, pero yo también me serviré de ti. Yo tendré mis árboles que no serán
como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi
cielo y mis estrellas.
Y ya no podréis decirme:
"ese árbol está mal, no me gusta ese cielo... los míos son mejores".
Yo te responderé que mis cielos y
mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por qué parecerse. Ya
no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones exageradas de vieja chocha y
regalona. Ya nos escapamos de tu trampa
Adiós, viejecita encantadora;
adiós, madre y madrastra, no reniego ni te maldigo por los años de esclavitud a
tu servicio. Ellos fueron la más preciosa enseñanza. lo único que deseo es no
olvidar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para andar solo por estos mundos.
por los tuyos y por los míos.
Una nueva era comienza. Al abrir
sus puertas de jaspe, hinco una rodilla en tierra y te saludo muy
respetuosamente.
EL CREACIONISMO
El creacionismo no es una escuela
que yo haya querido imponer a alguien, el creacionismo es una teoría estética
general que empecé a elaborar hacia 1912 y cuyos tanteos y primeros pasos los
hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de mi primer viaje as
París.
En el número 5 de la revista
chilena Musa joven, yo decía: "El reinado de la literatura terminó. El
siglo veinte verá nacer el reinado de la poesía en el verdadero sentido de la
palabra, es decir, en el de la creación, como las llamaron los griegos, aunque
jamás lograron realizar su definición.
Más tarde, hacia 1913 a 1914, yo
repetía casi igual cosa en una pequeña entrevista aparecida en la revista
Ideales, entrevista que encabezaba mis poemas. También en mi libro
"Pasando y pasando" aparecieron en 1913, digo, en la página 270, que
lo único que debe interesar a los poetas es "el acto de la creación",
y oponía a cada instante este acto de creación a los comentarios y a la poesía
alrededor de. La cosa creada contra la cosa cantada.
En mi poema Adán, que escribí
durante las vacaciones de 1914 y que fue publicado en 1916, encontraréis estas
frases de Emerson en el Prefacio, donde se habla de la constitución del poema.
"Un pensamiento tan vivo que, como el espíritu de una planta o de un
animal, tiene una arquitectura propia, adorna la naturaleza con una cosa
nueva".
Pero fue en El Ateneo de Buenos
aires, en una conferencia que di en junio de 1916, donde expuse plenamente la
teoría. Fue allí donde se me bautizó como creacionista por haber dicho en mi
conferencia que la primera condición del poeta es crear es crear, la segunda
crear y la tercera crear,
Recuerdo que el profesor
argentino José Ingenieros, que era uno de los asistentes, me dijo durante la
comida a que me invitó con unos amigos después de la conferencia:
"Su sueño de una poesía
inventada en cada una de sus partes por los poetas me parece irrealizable,
aunque usted lo haya expuesto en forma muy clara e incluso muy
científica".
Casi la misma opinión tienen
otros filósofos en Alemania y donde quiera que yo haya explicado las mismas
teorías. "Es hermoso, pero irrealizable".
¿Y por qué habrá de ser
irrealizable?
Respondo ahora con las mismas
frases con que acabé mi conferencia ante el grupo de Estudiantes Filosóficos y
Científicos del doctor Allendy, en París, en
enero de 1922: "Si el hombre ha sometido para sí a los tres reinos de la
naturaleza, el reino mineral, el vegetal y el animal, ¿por qué razón no podrá
agregar a los reinos del universo su propio reino, el reino de sus
creaciones?
El hombre ya ha inventado toda
una fauna nueva que anda, vuela, nada y llena la tierra, el espacio y los mares
con sus galopes desenfrenados, con sus gritos y sus gemidos.
Lo realizado en la mecánica
también se ha hecho en la poesía. Os diré que entiendo por poema creado. Es un
poema en el que cada parte constitutiva, y todo el conjunto muestra un hecho
nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquier otra realidad
que no sea la propia, pues toma su puesto en el mundo como un fenómeno
singular, aparte y distinto de los demás fenómenos.
Dicho poema es algo que no puede
existir sino en la cabeza del poeta. Y no es hermoso porque recuerde algo, no
es hermoso porque nos recuerde cosas vistas, as su vez hermosas, ni porque
describa hermosas cosas que podamos llegar a ver. Es hermoso en sí y no admite
términos de comparación. Y tampoco puede concebírselo fuera del libro.
Nada se le parece en el mundo
externo; hace real lo que no existe, es decir, se hace realidad a sí mismo. Crea
lo maravilloso y le da vida propia. Crea situaciones extraordinarias que jamás
podrían existir en el mundo objetivo, por lo que habrán de existir en el poema
para que existan en alguna parte.
Cuando escribo: "El pájaro
anida en el arco-iris", os presento un hecho nuevo, algo que jamás habéis
visto, que jamás veréis, y que, sin embargo, os gustaría mucho ver.
Un poeta debe decir aquellas
cosas que nunca se dirían sin él.
Los poemas creados adquieren
proporciones cosmogónicas; os dan a conocer a cada instante el verdadero,
sublime, este sublime del que los textos nos presentan ejemplos tan poco
convincentes. Y no se trata del sublime excitante y grandioso, sino de un
sublime sin pretensión, sin terror, que no desea agobiar ni aplastar al lector,
Un sublime de bolsillo.
El poema creacionista se compone
de imágenes creadas, de situaciones creadas, de conceptos creados; no escatima
ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente
inventados, sin preocuparse en absoluto de la realidad ni de la veracidad
anteriores al acto de realización.
Así, cuando escribo:
El océano se
deshace
agitado por
el viento de los pescadores que silban
presento una descripción creada;
cuando digo: "Los lingotes de la tempestad", os presento una
imagen pura creada, y cuando digo: "Ella era tan hermosa que no podía
hablar", o bien; La noche está de sombrero", os presento un objeto
creado.
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Invitación a crear versos creacionistas: ¿Quién se atreve?
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